
El
tema tratado en la anterior entrada parece haberse resuelto con aparente éxito:
el primer objetivo, salvar la disolución y la insolvencia a corto plazo está
hecho. No se conocen planes de futuro; pero la entrada de nuevos inversores
unida a la alta participación de pequeños accionistas invita al optimismo.
Pues
bien, sobre lo ocurrido durante estos mágicos quince días quería reflexionar. Sobre
si algún día podremos caminar sin cogernos de la mano, andar en bici sin
ruedines. No solo los oviedistas (cosa que también es merecedora de una nueva
entrada), sino toda la sociedad en general.
Los
pasos a seguir no fueron especialmente complicados. Una idea clara, un objetivo y sentimiento común.
¿A
dónde quiero llegar? A que si algo he observado, es la capacidad dormida que
tenemos todos para cambiar las cosas. Ha sido empezar a picar puertas, y ver
que casi todos querían poner una taza de harina. Sin exigírselo.
La
gran pena es que lo hayamos hecho -solo- por un equipo de fútbol. Mi argumento
para defender que lo hemos hecho sin
mirar al de al lado es que se trata de una cosa transversal, como coger a
alguien que está al borde de un barranco: muchos lo haríamos independientemente
de quién sea y de quién nos ayude.
¿Qué
nos pasa? ¿Por qué no sacamos tantas cosas que tenemos al borde del abismo? ¿Necesitamos
realmente que nos pongan al límite para hacer lo que parece correcto?
Si
hay un número tan elevado de gente en el acantilado, ¿cuándo empezaremos a
pensar que nadie más que el que está al lado nos va a coger? ¿Olvidaremos por
un momento que tu acompañante es el que te ha podido llevar allí?
En
eso consiste dejar de gatear, levantarse y caminar solo. En empezar el cambio por
uno mismo, queriendo quedarse en tierra.
Irónicamente,
el trazado para la felicidad personal quizás pase por lograr ponerte al borde millones
de veces y que millones de veces aparezca una mano salvadora.
¿Y
la felicidad colectiva? ¿Pasa realmente por ahí? ¿Necesitaremos ruedines de por
vida? Si algo también me han enseñado estos días es que un grano no hace un granero, pero ayuda al compañero.
Ayudar a
levantarse, aprender a caminar.
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